
Un hombre llamado Barry Myrick tomó la valiente decisión de ir a la cárcel en vez de devolver su perra al antiguo dueño.
Barry trabajó en una empresa que se encargaba de controlar plagas y su mascota tenía la labor de olfatear y hallar a las chinches en las casas y centros comerciales.
Con el pasar de los años la perra y el hombre se convirtieron en grandes amigos, pues incluso vivían juntos y la compañía pagaba los gastos médicos y la alimentación de la peluda compañera.
No obstante, en marzo del año 2020 Myrick fue expulsado de la empresa y una de sus obligaciones era devolver a su amada pitbull.
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