
Los perros no solo detectan cuando su humano acaricia a otro animal: también pueden reaccionar con celos al imaginar que eso está ocurriendo. Un estudio liderado por Amalia Bastos de la Universidad de Auckland, y publicado en Psychological Science, demuestra que los perros representan interacciones sociales amenazantes. El hallazgo transforma lo que pensamos sobre sus emociones y su capacidad de comprensión social.

Cuando lo que no se ve, también duele
Para explorar si los perros pueden experimentar celos más allá de lo evidente, los investigadores diseñaron un experimento con 18 animales. En cada prueba, el dueño acariciaba a un perro falso realista o a un simple cilindro cubierto de lana, mientras una barrera impedía que el perro viera la escena.
¿El resultado? Ante el supuesto rival canino, los perros tiraban con fuerza de la correa para acercarse, aunque no tuvieran acceso visual a la escena. En cambio, ante el objeto inanimado, esa reacción disminuía notablemente.
Esto sugiere algo potente: los perros no reaccionan solo a lo que ven, sino a lo que deducen que ocurre. Son capaces de elaborar una idea interna de una situación social que los afecta, lo que implica una forma básica de anticipación emocional. Este tipo de procesamiento se creía exclusivo de humanos y algunos primates. Hoy, los perros se suman a esa lista.
Tres señales que revelan un sentimiento complejo

El estudio también identificó tres claves que diferencian el comportamiento celoso de otras reacciones. Primero, los perros solo actuaban así cuando su dueño interactuaba con un rival social claro (el perro falso), no con objetos. Segundo, su conducta cambiaba solo si había interacción, no simplemente por la presencia del otro. Y tercero, lo más sorprendente: la emoción se activaba a pesar de no presenciar el acto.
Esto apunta a que el comportamiento celoso en perros no es un simple reflejo, sino una reacción vinculada a la memoria, la expectativa y cierta forma de apego o necesidad afectiva. Aunque no se puede afirmar que sientan celos exactamente como un humano, sí muestran una respuesta emocional altamente especializada.
En humanos, los celos están ligados a la autoconciencia y a la relación afectiva con otros. Que un perro actúe así ante una escena que no ha visto pero que imagina, plantea nuevas preguntas sobre su vida emocional y su capacidad de comprender el entorno más allá de los estímulos inmediatos.
Comprender su mundo emocional cambia la relación

Este descubrimiento no solo es fascinante desde el punto de vista científico, sino que también invita a una mirada más sensible sobre los perros. Durante años, se dudó de que pudieran sentir emociones complejas como los celos. Pero este experimento muestra que no solo reaccionan, sino que anticipan y construyen mentalmente situaciones que los afectan.
Para quienes conviven con perros, esto cambia la forma de interpretar ciertas conductas. Ese empujón, esa mirada insistente o ese ladrido no siempre responden a simple capricho. Puede haber detrás una emoción más compleja, que surge incluso sin que el estímulo sea visible.
Además, estos resultados invitan a reflexionar sobre otras emociones caninas que podríamos estar subestimando. Si los perros pueden anticipar una pérdida de atención o afecto, también podrían estar emocionalmente sintonizados con nuestras rutinas, cambios de ánimo o distancias inesperadas.
Los perros no solo sienten celos cuando algo ocurre frente a sus ojos: también pueden imaginarlo, anticiparlo y reaccionar emocionalmente. Este descubrimiento expande nuestro entendimiento sobre su mente y nos recuerda que su mundo interior es más rico y sofisticado de lo que solíamos creer. Tal vez, al fin y al cabo, nos entienden más de lo que imaginamos.