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La llamada “pudrición cerebral” describe esa sensación de fatiga mental tras pasar horas frente a contenido trivial en redes sociales o videos sin fin. Aunque suene exagerado, cada vez más expertos en salud cerebral están prestando atención al impacto real que tienen nuestras rutinas digitales en la concentración, el ánimo y el desarrollo cognitivo, especialmente en jóvenes.

Pudrición,cerebral - Pudrición

¿Qué es exactamente la “pudrición cerebral”?

“Pudrición cerebral” no es un término médicopero sí una expresión que ha calado hondo. Tanto, que en 2024 fue elegida como palabra del año por Oxford University Press. Se refiere al desgaste intelectual causado por el consumo excesivo de contenido superficial y poco estimulante, como lo que abunda en redes sociales, videos cortos o entretenimiento pasivo.

La neuróloga Andreana Benitez lo compara con “comida chatarra para el cerebro”: algo que entretiene, pero no alimenta. Aunque aún no hay pruebas concluyentes de que este tipo de consumo altere físicamente el cerebro, algunos estudios comienzan a mostrar vínculos entre el uso intensivo de pantallas y trastornos como ansiedad, depresión, TDAH, o incluso síntomas físicos como mareos o fatiga.

El impacto es más evidente en adolescentes, cuyo cerebro aún se está desarrollando. Al reemplazar experiencias reales con estímulos digitales simples y repetitivos, se reduce la estimulación necesaria para funciones clave como memoria, planificación o autorregulación emocional.

El problema no es solo cuánto, sino qué y qué dejamos de hacer

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No es solo la cantidad de tiempo frente a una pantalla lo que preocupa, sino lo que estamos dejando de hacer mientras tanto. Según el neurocientífico Costantino Iadecola, el desarrollo cerebral necesita variedad de experiencias: movimiento físico, conversaciones reales, contacto visual, emociones complejas. Todo eso no ocurre mientras estamos atrapados en el scroll.

Las interacciones digitales, por muy constantes que sean, no tienen la riqueza sensorial ni emocional de una charla “cara a cara”. Perdemos matices fundamentales: el tono de voz, las expresiones faciales, el lenguaje corporal. Al reemplazarlos por comentarios, emojis o algoritmos, el cerebro deja de practicar habilidades esenciales.

Además, el contenido importa. Pasar horas viendo publicaciones negativas, comparaciones sociales o noticias alarmantes puede agotar, generar confusión sobre la realidad y afectar la autoestima. Y aunque no hay un número mágico de horas «seguras», los expertos insisten en que el criterio debe ser la calidad de la experiencia digital, no solo la cantidad.

¿Cómo cuidar nuestra mente en la era digital?

No se trata de desconectarse por completo, sino de usar las pantallas con más conciencia. La Dra. Benitez propone pensar en la tecnología como una dieta: una serie de decisiones diarias sobre qué consumimos, cuánto y con qué propósito. Una historia divertida o un video educativo pueden enriquecer, pero el consumo automático y sin filtro es el que pasa factura.

En el caso de niños y adolescentes, es clave que los adultos los acompañen en elegir contenido adecuado, hablar sobre lo que ven y fomentar el pensamiento crítico. También es importante equilibrar con actividades offline que desarrollen otras áreas del cerebro: deportes, música, arte, juegos presenciales.

Una recomendación práctica: evitar el uso de pantallas antes de dormir. La exposición a luz azul y contenido estimulante en ese momento puede alterar el sueño, lo que a su vez afecta el rendimiento, el humor y la salud mental.

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Por último, la Academia Americana de Pediatría recomienda crear un plan familiar de uso de pantallas y promover un consumo que fomente la creatividad, la conexión social y el bienestar emocional.

La “pudrición cerebral” puede sonar exagerada, pero nos está diciendo algo importante: nuestra atención tiene un límite y lo que consumimos moldea nuestra mente. No se trata de satanizar la tecnología, sino de usarla a nuestro favor. Si elegimos mejor, si equilibramos, si desconectamos a tiempo, podemos proteger lo más valioso que tenemos: nuestra capacidad de pensar, sentir y estar presentes.

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